Dos semanas, que parecen 2 meses por la intensidad de las vivencias y aprendizajes. Guinea Conakry, Dubreka y la isla Robané.
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Sylla nos convoca a su casa familiar para aprender a tocar los ritmos tradicionales de la zona y a bailarlos, nos busca unos músicos fantásticos para las clases y su familia nos prepara la comida y nos cuida. Es un planazo y no me puedo resistir. El dundún me llama y me atrapa y la danza me conecta con algo muy esencial y placentero. Son dos semanas que no se pueden resumir en tan poco espacio. Se han movido cosas dentro de mí y las personas que he conocido, me han dejado una profunda huella.
Aprender a vivir con pocas cosas y ser feliz.Ir a por agua al pozo.
Ducharse con una calbaza.
Comer en el suelo y compartir la bandeja.
Compartir.
Disfrutar de la música juntos.
Bailar y bailar.
Montarnos 14 en una Kangoo.Ir en sentido contrario en una autopista.
Cargar toda una mudanza en la baca del coche.
Comer arroz 2 veces al día, muchos días.
Poner toda mi concentración para aprender un ritmo o una coreografía.
Disfrutar de tocar todo el día y no cansarme nunca.
Desear que llegue la clase de danza.
Sudar y sudar.
Beber, todo el rato beber agua.
Risas y muchos niños.
Entiendo cosas. Cosas sencillas y profundas.
Una despedida muy emotiva.
Y me han puesto mi nombre africano: Makoto.
Makoto.
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